Sabes qué? Me encanta el helado, es mi mayor debilidad... después de los gatos, claro. Para mi un orgasmo es un helado, no el chocolate como dicen publicitariamente, y si el helado es de chocolate... ufff.
Pues el día que comienza esta historia era un día de verano, de esos en los que prefieres estar en tu casa tirada en tu cama con el abanico ó aire acondicionado a salir a la calle, porque desde que pones un pie fuera, te abrasas... vamos, un típico día de calor español. Un típico día en el que decidí bajar por mi cuenta a un pueblo cercano a mi pueblo en el que hay una especie de centro comercial... en principio bajé a ver si encontraba zapatos y maquillaje para una boda que se avecinaba. Así que, cogí mi bicicleta, la subí al maletero del autobús y ahí iba yo, rumbo a aranjuez, sola, como siempre. No me malinterpreteis, no es que sea una antisocial, porque no lo soy, de hecho, todo lo contrario, pero ultimamente me habia convertido en un lobo solitario sin remedio, no os aburriré con las razones, pero así era.
Al llegar a aranjuez, saqué mi bicicleta, esa pequeña bicicleta roja y negra que solia estar atascada en el garaje, hasta que me enamoré de ella. Me monté y comencé a pedalear, solía cansarme cuando comenzaba, pero a medida que cogia el ritmo, y que mis pies comenzaban a pedalear al ritmo de mis latidos, entonces, ya no habia cansancio que valiera, porque, entonces, no habia nada comparado al viento revoloteando mi rizado pelo alrededor de mi cara morena, ni a la sensación que provocaba la velocidad sobre mi cuando la cuesta influia su fisica sobre mi bici y yo. Se sentía genial huír...
Al cabo de unos minutos ya estaba en el centro comercial, encadenando mi bici a unos hierros y entrando por la puerta circular, de estas con aspas que dan vueltas. Tardé segundos mirando los zapatos, culpa de la tienda de videojuegos... no pude evitar tirarme una hora examinando minuciosamente los videojuegos que habian. Y al final, ni zapatos ni nada, un heladito si, un rico, delicioso, explendido heladito que me tomé mientras estaba sentada al lado d la ventana. Mientras saboreaba un cachito de chocolate que se habia quedado entero, justo en ese momento en el que elevaba la vista por la ventana hacia la pequeña acera que rodeaba el centro comercial, le ví, su pelo revoloteaba al viento, no era mucho, pero las hebras se podian ver volar, y su perfilada cara reflejaba la sonrisa más encantadora que habia visto en mi vida, mientras, sus manos se aferraban firmemente al manillar de aquella bicicleta que le llevaba y sus ojos se cerraban con gracia. Y así ví alejarse su mochila en el horizonte cuando de mi sueño me sacó un intenso dolor bajo mis dientes producto de un pedazo de helado d chocolate que habia estado enfriando mis dientes desde el principio de aquella preciosa visión.
-OUCH!!- grité, y todas las personas a mi alrededor voltearon a mirarme, no les hice mucho caso, me levanté, salí del centro, subí a mi bici y corrí cuesta abajo hacia la estación, pero no pasaron muchos minutos hasta que el chico se esfumó de mi cabeza, dejando aquella agradable sensación del viento sobre mi cara.
Ya sentada en el bus, con dirección a mi pueblo, un chico se sentó a unos asientos de distancia mio, delante de mi, y yo, que miraba al exterior, no me dí cuenta de su presencia, pero de repente, el sol se ocultó, y la sombra en el exterior del autobus me dejó ver su figura reflejada en el cristal. Ahí estaba el chico de la bici, apoyando su mandibula en la contrapalma de su mano y mirando al exterior, justo como hacia yo.